“¡A merendar!” es sin duda la frase más importante que pienso y pronuncio cada día. Y eso que, como dice mi perfil de Twitter, soy activista, lobbista y jurista y, por tanto, me paso el día fabricando frases sesudas con las que intentar convencer a políticos, funcionarios y operadores jurídicos para mis causas.
Intento estar en casa cada día a la hora de la merienda, aunque después vuelva a la oficina, acuda a un evento o me escape a cenar con algún apuesto caballero. Aprovecho ese ratito para mirarles a los ojos y preguntarles cómo están y qué tal les ha ido en el cole. Mientras contestan -él con frases perezosas, ella con todo lujo de detalles- examino detenidamente sus caras, sus gestos, su mirada, su piel. Observo atenta, pero sin aturdirles, el paisaje de sus rostros y su voz, por si detectara en ellos algún indicio de tristeza, preocupación o daño que atender y reparar. Me entero así de cosas inauditas: que ella tiene una nueva mejor amiga -y ya van seis desde principio de curso-, o que él se ha vuelto a olvidar de que tenía un examen, aunque ha marcado tres goles –como si una cosa compensara la otra-.
Ese espacio de conversación y galletas me permite, además de completar un riguroso examen visual para detectar o descartar la existencia de problemas, ejercitar con ellos el diálogo y la escucha activa. Trato de convertir nuestras conversaciones en un hábito y en una necesidad, en una referencia, un lugar cierto y seguro, dulce, sabroso y lleno de empatía y amor, al que siempre puedan y quieran acudir cuando tengan un problema.
Hace unos meses publiqué un post sobre ciberacoso y riesgos en Internet en el Blog 3500 Millones, de El País. Creo que no se entendió. En Si no me ayudas me mato hablo de niños acosados en Internet que se suicidan por no poder soportar la tortura y la vergüenza a la que están sometidos. Reclamo medidas para protegerles, pero de ningún modo propongo, como entendieron algunos lectores, limitar el uso de las nuevas tecnologías por parte de los menores de edad. Lo que pretendo es llamar la atención sobre la soledad y la incomunicación en la que viven muchos niños.
¿Cómo es posible que esos niños no fueran capaces de pedir ayuda a sus padres o profesores y vivieran su drama en silencio hasta el final?
Como buena Reincidente defiendo con pasión el uso de Internet y las redes sociales. Me parecen un enorme avance y una herramienta útil de información y de relación entre personas. Creo que hacen el mundo mejor, más bonito, más divertido y más fácil. También para los niños. Mis hijos, de 8 y 11 años, tienen acceso libre y no limitado a Internet. Les he explicado los riesgos y hemos establecido ciertas normas de seguridad que entienden y han interiorizado perfectamente.
El mejor filtro entre nuestro hijos y la realidad es la confianza entre ellos y nosotros. Hay que controlar los riesgos, no a los niños. No podemos pedirles responsabilidad sin darles autonomía, sin confiar en ellos. Yo no les controlo ni les vigilo ni mucho menos les espío o invado su intimidad. Pero hablo mucho con ellos y todos los días les preparo la merienda y les escucho. Les escucho mucho y mucho más allá de lo que dicen y cuentan. No podré evitar que les ocurra nada malo, ni en Internet ni en la calle ni en el colegio ni en la vida. Pero sí puedo asegurarme de que si algo les ocurre, cuando algo les ocurra, vendrán a contármelo y sabrán cómo hacerlo, sin barreras ni miedo ni vergüenza. Es lo máximo que acierto a darles como madre: un camino fácil hacia mí y la certeza indubitada del abrazo protector.
Por eso digo siempre -y que los nutricionistas me perdonen- que no me importa si desayunan, comen o cenan, mientras merienden bien. Para mí, la merienda no es sólo la comida más importante del día, es lo más importante que hago y que haré nunca en la vida.
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PS: Si no los conocen, consulten los consejos de Save the Children sobre parentalidad positiva #quieroquetequiero
Me gusta mucho tu enfoque sobre el control de los riesgos más que del uso. … y todo lo que dices sobre la escucha activa. Estos momentos son importantes para construir esa confianza de la que hablas y sólo se logra con la presencia de los padres, con tiempo y calidad… sólo la educación en primera persona permite fomentar esos lazos.
Decia Alvarez Ordonez de la relacion con su mujer » en estos tiempos de dudas ella es mi unica certeza»
La mia es mi hijo…le siento enamorado hasta las trancas por primera vez…y sonrie.
Va en silla de ruedas «el maquinina» dicen sus amigos… Su madre tuitera y el tuentero…