La distancia a veces ayuda y a veces complica. Lo ves todo con más perspectiva, pero te pierdes los matices y, sin duda, simplificas. Por eso pido disculpas de antemano. Seguro que lo que digo supone un reduccionismo excesivo y seguro que tampoco es muy original. Pero no puedo resistirme, creo que la distancia también es atrevida.
Siento frustración al observar desde lejos la incapacidad de nuestros representantes para alcanzar acuerdos. Y no puedo evitar pensar que hay un gran fallo de fondo, que arranca en el diseño de las campañas electorales. Rectifico, arranca en el propio diseño de la estrategia política de la mayoría de los partidos, puesto que la campaña electoral se ha convertido ya en un continuum sin principio ni final claramente identificados. Una estrategia basada en distanciarse del contrario, por definición, sin saber muy bien dónde está uno mismo. Basada en el rechazo, por principios, de cualquier cosa que proponga el de enfrente, aunque no tengas muy claro lo que propones tú. Basada en la acusación, el descrédito y, a menudo, el insulto. Y claro, tanto se azuza a las huestes en esa tarea, que a ver quién es listo que puede convencerles luego de que hay que negociar con aquél que hasta hace dos días era un monstruo. El que nos iba a llevar a la ruina, el que era un indecente, el que era un peligro, el que era lo peor que nos podía pasar (por cierto, perdón por utilizar sólo el masculino, pero en este caso no es lamentablemente un uso genérico, ya me gustaría).
Supongo que esto va a sonar naif o completamente descabellado, pero… si hubiese finalmente nuevas elecciones, ¿sería mucho pedir a nuestros representantes políticos que se centren por favor en contarnos lo que ellos proponen sin dedicar sus energías a destrozar y ridiculizar al contrario? Además de realizar un sano ejercicio de responsabilidad política y ciudadana, nos dejarían a todos respirar un poco y reduciría el nivel de bochorno colectivo. E incluso, si nos dejan un pequeño respiro, puede que nosotros solitos saquemos nuestras propias conclusiones y notemos la diferencia entre unas propuestas y otras. Y, soñando más aún, hasta puede que si llega el momento de tener que volver a tirar de sumas y restas, sea un poco más fácil llegar a acuerdos basados en aquello que nos une y no en lo que nos separa.
Ya les avisé, desde la distancia se ve todo más sencillo… ¡pero por intentarlo que no quede!